La Palabra de Dios nos enseña que debemos ser una casa de oración, ya que somos templo y morada del Espíritu Santo. Sin embargo, a veces realizamos actividades que no concuerdan con lo que debería caracterizar una casa de oración. Por eso, Jesús entra al templo y expulsa todo lo que no está en armonía con esa misión.
Si deseamos ser verdaderamente casas de oración, sigamos el ejemplo de Jesús y apartemos de nuestra vida todo aquello que no se alinee con este propósito, para así ser llamados una auténtica casa de oración.
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