Bautista van Schouwen y Patricio Munita, semillas de revolución | Memoria Porfiá

Caía tibiamente la noche en Santiago del día 14 de diciembre de 1973 y Bautista van Schouwen junto a su amigo y compañero de partido, Patricio Munita, eran enterrados en unas fosas del Patio 29 del Cementerio Gral, cada uno dentro en un humilde cajón hechizo. Sobre ambas cruces negras figuraría la fecha de entierro y como nombres NN. La mañana anterior un grupo de agentes de civil armados, apoyados por Carabineros que se movilizaban en un bus, irrumpieron en la Iglesia San Antonio de Padua, también conocida como Iglesia de los Capuchinos, ubicada en calle Catedral # 2345. Habían llegado dateados: el convento refugiaba a uno de los fundadores del MIR y miembro del Secretariado Nacional, de la CP y CC del movimiento: el Baucha. Junto al joven médico de 30 años, se escondía Patricio Munita Castillo, de 22 años, estudiante de Derecho, militante del MIR y que llevaba un tiempo ejerciendo labores de ayudante del Baucha. El desarrollo del movimiento popular a través el siglo XX, la lucha por el socialismo y la agudización de la lucha de clases durante los años 60s y 70s provocaron la movilización de grandes grupos humanos que por medio del accionar político buscaron llevar adelante proyectos colectivos que permitieran hacer frente al sistema de dominación. Desde el corazón del movimiento popular surgieron personalidades que encarnan en sí mismo el espíritu de la época, personas que hicieron carne los anhelos populares y pusieron todas sus capacidades a disposición en la construcción de proyectos revolucionarios. Es en este punto donde podemos hablar de los que significa Bautista van Schouwen para el movimiento popular chileno. Si bien los verdugos del pueblo intentaron hacer desaparecer todo rastro de aquellos jóvenes revolucionarios, la memoria popular debe recordar sus pasos por la vida social y política del país. Como cantara Patricio Manns a Baucha “al golpearlo en la tierra lo dejaron semilla”. Hoy esa semilla de la conciencia y la dignidad florece y nos grita, desde la eternidad.
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