LA TRINCA. LA DANZA DEL SABLE

Cuando escuchábamos por radio la sesión de investidura con tricornio y metralleta irrumpió la dictadura sin tener invitación, que educación! Qué patatús tan tremebundo, que soponcio y qué canguelo al oir la voz afónica bramar “¡Todos al suelo!“ empezando a disparar, ratatata. Llegan noticias de Valencia que un decreto muy extraño va y ordena en plan cachondo que las fallas ese año vengan con antelación. Ay! qué follón. Ya nos temíamos de nuevo los que andamos de paisano ver que la danza del sable fuera el ritmo del verano y cuarenta veranos mas, ya me dirás! Qué noche la de aquel día aquello fue un melodrama pasamos la función todos bajo la cama. No nos pongamos nerviosos. El pueblo por lo visto dio pruebas de gran madurez y una repentina invalidez. Y así este pueblo tan maduro ¡qué tragedia, que sainete! se pasó toda la noche encerrado en el retrete escuchando el transistor, conmovedor. Mantengan la serenidad pues si gana el del mostatcho es mejor no estar borracho y dejarse de puñetas corre coge las maletas y no pares hasta Perpiñán. Alons enfants. Y cuando tudo hubo pasado resultaba algo inaudito escuchar al más escéptico exclamar a voz en grito “Viva la Constitución!“ Ay! qué ilusión. Y “Viva el Rey!“ como es de ley. Y es que nunca sabes de quién tienes que fiarte pues con tanta madurez ya nos libramos por los pelos esta vez y con este estado de tensión nos va a fallar el corazón.
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