Cuando el presidente Xi Jinping visitó Alemania en 2014, su anfitriona, la canciller Angela Merkel, le entregó un regalo, como requiere el protocolo. Ella eligió un mapa antiguo de lo que hoy se conoce como China, impreso en Alemania en 1750. Las fotos oficiales mostraban a Merkel animada presentando con entusiasmo a Jinping el mapa enmarcado, y al mandatario chino retrocediendo, con el rostro pétreo. La razón fue que el mapa incluía solo las antiguas provincias de la dinastía Ming. Por lo tanto, excluía la mayoría de los otros territorios adquiridos por los Qing: Manchuria, Mongolia, Tíbet y Xinjiang. Para empeorar las cosas, Taiwán aparecía delineado en un color diferente.
Los medios de comunicación de China controlados por el partido tenían un dilema. Necesitaban informar sobre la ceremonia oficial, pero no se les permitió admitir el inconveniente hecho histórico. Lo resolvieron a la manera tradicional de un estado de partido único: falsificaron la noticia.
Los medios chinos informaron de la ocasión, pero reemplazaron el mapa por uno más tardío, de 1844, que muestra un territorio chino mucho más amplio. Un eminente profesor chino secundó el mapa y dio bombo a la noticia escribiendo sobre la importancia de que Alemania le diera a China un mapa tan expansivo del territorio de China al que incluso añadía algunas tierras rusas como bonificación.
La historia real de lo que hoy conocemos como China es la historia de cada dinastía sucesiva que la gobernó. Cada dinastía le daba su nombre al territorio, e igual que cambiaban el nombre cambiaban la forma de sus fronteras y tierras. La historia de China es lo más lejano a la unidad que el Partido Comunista de China intenta hacernos creer. La realidad de su pasado le incomoda. El partido quiere borrar ese pasado y crear uno nuevo que le permita seguir haciendo nuevos reclamos territoriales en nombre de unos “derechos“ históricos inexistentes.
Incluso el nombre China no es una palabra china, es una palabra inventada por los europeos para referirse a la tierra de los Chins. Cuando los primeros aventureros europeos llegaban a China se quedaban perplejos al descubrir que los lugareños no conocían ese nombre. Como nombre del país, “China“ tiene 108 años de antigüedad. Fue solo cuando el último emperador fue derrocado en la revolución de 1911-12 que el líder nacionalista Sun Yat-sen declaró la existencia de una entidad llamada República de China, que los comunistas cambiaron por la República Popular China. Hace poco más de un siglo, los gobernantes de Pekín no habrían reconocido el nombre: ’China’.
Y lo mismo pasó con el concepto de la “raza” china. La idea del grupo étnico mayoritario en China, los Han, fue una invención de la misma época. Exactamente de 1899, cuando Zhang Binglin, un erudito clásico convertido en revolucionario creo esta “raza” para deslegitimar a los gobernantes Qing. Los revolucionarios nacionalistas de finales del siglo XIX necesitaban una herramienta para diferenciar a los gobernantes Qing del pueblo. Los Qing, invasores manchúes del norte, habían gobernado durante casi tres siglos. El consenso confuciano de la época era que la legitimidad política surgía de la participación en la cultura civilizada, y que esto significaba que cualquiera de cualquier lugar, incluso los bárbaros manchúes, podían participar en la nación. Pero el poder había de surgir desde abajo y ese cambio sólo podía provenir de los hijos y nietos del Emperador Amarillo, los Han,
Hoy, el Partido Comunista de China utiliza su United Front Department (Departamento del Frente Unido) para promover el culto al Emperador Amarillo (una figura mitológica de hace casi 5000 años) entre las comunidades chinas repartidas por todo el mundo como ejemplo de una estrategia política destinada a cambiar la identidad y lealtad de estas comunidades.
De hecho, aquí en Australia hay una ceremonia de adoración al Emperador Amarillo que se celebra todos los años, con el apoyo de este Frente Unido, y al que invitan a políticos y dignatarios australianos. Ésta, que se supone es una ceremonia “tradicional”, se viene celebrando en Pekín desde 2006.
El liderazgo actual de China reclama una civilización de años, pero “China“ como país y pueblo unificados, fue creada por un pequeño grupo de intelectuales entre finales del siglo XIX y principios del XX. Hace poco más de 100 años. Los reformadores y revolucionarios de entonces adoptaron ideas extranjeras para “inventar“ una nueva visión de su territorio. la reelaboración del pasado por parte de la República China no solo la ayudó a justificar su derecho a gobernar hace un siglo, sino que continúa motivando y dirigiendo la política en la actualidad. Al afirmar una versión particular y politizada del pasado, el gobierno reforzó su reclamo sobre un vasto territorio que se extiende desde el Pacífico hasta Asia Central. Los problemas geopolíticos actuales de China... Texto completo:
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