Alfonso Rojo: “Ir a Waterloo a rogar a Puigdemont no es política, como dice ZP, sino una inmundicia”

En la Iliada, antes del ataque final, Agamenón se dirige a los griegos y les arenga: “Cada uno afile la lanza, prepare el escudo y dé pasto a los corceles, alistándose para la lucha, pues durante todo el día nos pondrá a prueba el horrendo Ares”. Ares era el dios de la guerra. Sin ánimo de compararme con el divino Homero y ni siquiera de pintar lo que tenemos enfrente con luces de epopeya, quiero volver a poner el acento en no hay sucedáneo para la victoria. Acabamos con Pedro Sánchez y sus compinches o está gavilla de malhechores acaba con España y con nosotros. Es normal que el personal esté decepcionado, cansado y hasta triste, viendo que el jefe del PSOE va a reeditar la Coalición Frankenstein y que un forajido como Puigdemnont nombrara presidente en Madrid, pero no hay margen para el desaliento. Hay que volver hoy mismo a la batalla y analizar descarnadamente en qué hemos fallado, para no repetir errores. El centroderecha debe preguntarse cómo es posible que con 11 millones de votos, más de los que le dieron a Rajoy 186 diputados y una aplastante mayoría absoluta, no tenga opción alguna de gobernar. Tanto PP como VOX, que ahora se tiran los trastos a la cabeza, tienen mucho que corregir, asumiendo de entrada que la divergencia alimenta al enemigo. Feijóo proponía derogar el ‘sanchismo’, a la vez que indultaba al PSOE, para distanciarse de Abascal. Interiorizó la ficción de que hay socialistas ‘moderados’ y que le votarían, ignorando que en el PSOE se ve a los etarras de Bildu, los golpistas de ERC y al malhechor Puigdemont como ‘hermanos progresistas’. El colmo de la estulticia fue la extremeña María Guardiola, acudiendo sumisa a LaSexta, TVE, Cadena SER y El País a repetir las majaderías que la izquierda más sectaria propaga de VOX, lo que sirvió al socialcomunismo para recuperar el aliento a mitad de la campaña y a Sánchez y a la planchadora Yolanda Díaz para situar el debate electoral en las coordenadas que beneficiaban al socialcomunismo. No se puede ni se debe ‘demonizar’ a VOX, que es tu aliado natural. Tampoco es muy sagaz ‘blanquear’ a Sánchez, tratándolo como un rival legítimo y no como el peligro público, como el facineroso, que es. A VOX le han faltado propuestas directas y concretas, en vivienda, educación y un montón de asuntos; y a Abascal ser mucho más él y menos un personaje encorsetado, obsesionado por lucir civilizado en los debates. Hay mucho que arreglar, pero no voy a enredarme en los reproches. No es momento de lamentos, sino de alistarse para el combate. Si se repiten las elecciones, cosa que dudo porque Sánchez y el PSOE han dado sobradas muestras de estar dispuestos a vender a su madre con tal de seguir chupando del bote, mi consejo es que PP y VOX se olviden de cuitas y miserias y concurran en coalición, con listas conjuntas y un programa mínimo común. Dos partidos distintos, dos grupos parlamentarios y lo que quieran, pero en bloque, para capitalizar el rechazo a Sánchez y los 11 millones de votos de centroderecha. Y si Puigdemot nombra a Sánchez presidente del Gobierno de España, oposición implacable. Dice el inefable Zapatero, al alimón con el piscinero Pablo Iglesias, que los socialistas deben ir cuanto antes a Waterloo, a negociar con Puigdemont y que eso es ‘política’. No, paisano no. Eso no es política, sino una inmundicia y si se hace de rodillas, como harán Sánchez y todo el PSOE, es una felación.
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